3/24/2006

NUNCA MAS...

"Nunca más, mucho más.
Por Mario Wainfeld

Cientos de actos, textos, reuniones, movilizaciones cuya mera enumeración es imposible, serán el marco del trigésimo aniversario del comienzo de la última dictadura militar. La consigna “Nunca más”, escrita primero en un libro emblema, pronunciada luego en un alegato memorable es ahora el común denominador de un rechazo extendido entre sectores muy mayoritarios de la ciudadanía.
Un acuerdo básico, fundacional, que fueron forjando a pulso los que fueron al principio grupos muy pequeños, dotados de coraje y convicciones imbatibles, que lograron la hazaña democrática de ir convenciendo a muchos sin malas artes y sin apelar al uso de la fuerza. La multiplicidad de los fastos habla de una fuerza social que bulle y también de las divisiones que desde siempre aquejan a los que acuerdan en lo esencial sobre el núcleo de lo que conmemora el feriado de hoy.

Las distintas organizaciones que integran el movimiento de derechos humanos saben poblar el espacio público desde cuando hacerlo no era una libre opción ciudadana, como lo será hoy, sino la asunción de riesgos enormes e indeterminados. Hoy, no hace falta una bola de cristal para predecirlo, los que siempre estuvieron serán la merecida vanguardia de una oleada de gente. Suyo es el mérito primero de lo mejor del tono de estos días y nunca será bastante el agradecimiento a su aporte a la, incipiente, construcción de una sociedad democrática.-

El imperio del terror. El terror extendido fue el núcleo fundante de la dictadura. Estaba enderezado a extinguir todas las organizaciones sociales, sindicales y políticas que existían en una Argentina concientizada y resistente. En tal sentido, algunas presuntas desmesuras (como la Noche de los Lápices) no eran tales sino la aplicación congruente de un principio básico. La represión por izquierda tenía una perversa funcionalidad, disuadir aún a los menos radicalizados o a los no encuadrados, ni qué decir a los que fantaseaban con sumarse a alguna forma de movimiento popular.
La falta de tipicidad de “delitos” que podían merecer la pena capital procuraba (y a fe que en buena medida logró) desmovilizar, acallar, anular no ya la acción sino hasta el pensamiento disidente.Basada en la tortura, incitadora a la delación, creadora de cien modos de abatir la solidaridad y hasta el diálogo, la dictadura fue una máquina de desaparecer personas pero también una propaladora del miedo, la culpa y el silencio.

Todo sobreviviente era un sospechoso, para los sicarios del régimen y muchas veces para él mismo. Una de las consecuencias más perversas del régimen, sobre la que tal vez no se discurre bastante, pues la eclipsa el peso de las muertes y los tormentos, es el grado de abatimiento, achatamiento cultural y sentimientos desolados que obró aun entre quienes la recusaban o rechazaban, como podían. Vivir bajo una dictadura o padecer sus emanaciones desde el exilio interior o exterior equivale a una humillación cotidiana, una mutilación deletérea pero implacable. El individualismo, la pérdida de lazos solidarios, la desmovilización son derivaciones inevitables de lo que pasó.-

Un gobierno protagonista. El actual gobierno hizo suyas las principales banderas de la lucha por los derechos humanos. Néstor Kirchner las receptó en su discurso, produjo hechos de potente simbolismo, promovió la nulidad de las leyes de la impunidad. Y, como señala lúcidamente la historiadora Marysa Navarro, consolidó esas acciones con un broche institucional perfecto que fue armar una Corte Suprema que será garante de los derechos básicos por muchos años, más allá de los avatares del actual oficialismo.Amén de esa calidad institucional, Kirchner tuvo la virtud de posibilitar que las víctimas del terrorismo de Estado recuperaran la palabra y la autoestima. La presencia del Estado, seguramente, también tuvo un rol determinante en la masificación de las banderas de los organismos de derechos humanos.

Si se acepta una hipótesis en pos de mejor exploración, el peronismo vuelve a tomar reivindicaciones sostenidas por consistentes pero minoritarios agrupamientos políticos (como las conquistas sociales del ’45 o el voto femenino) y las potencia por su masividad. Claro que lo hace con su desprolijidad, su ritmo tumultuoso y cierta inevitable propensión al sectarismo y a la excesiva auto apología.

Ya que de eso hablamos, las postrimerías del feriado deberían propiciar mejor polémica sobre la valoración que puede merecer el peronismo, que tuvo verdugos y víctimas en los dos extremos de la picana, que promovió la “conciliación” vía indultos y que ahora (en muchos casos con los mismos protagonistas) obra una enorme vuelta de tuerca.
Una valoración nada sencilla, que trasgreda los límites del ditirambo o el epigrama..."

Ver más en Diario Página 12 del 24/3/06,
en http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-64681-2006-03-24.html .

Por un NUNCA MAS,

Luis A.García Leiva.

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